La vida encarnada es, por sí misma, una prueba. En realidad, el único sentido de la vida en un cuerpo físico es el crecimiento y la transformación consciente y deliberada del animal humano en hombre verdadero o mujer verdadera, según el caso. Precísamente, en la manera de enfrentar esta prueba, radica el libre albedrío. La inmensa mayoría no está consciente de este proceso. La vida es una secuencia interminable de misterios y de problemas a resolver. El hombre y la mujer común se refugia en la religión o en la ciencia profana buscando una respuesta al significado de su vida cotidiana. Una minoría, aquellos que ya pasaron a lo largo de su proceso por un crecimiento expansivo de su consciencia, busca otra respuesta en las pruebas que la cotidianidad les depara. El iniciado o la iniciada en el camino de la tradición originaria, ya sea esta oriental, americana u occidental, ve en cada prueba, una oportunidad para desvelar los misterios de la naturaleza. Para vencer al enemigo que cada quien lleva dentro y que no es otro que el animal humano que encarnamos y que nos acecha con sus mecanismos inconscientes y con sus contradicciones. Contradicciones, por cierto, propias del mundo visible en el cual vive con la certeza de la desintegración y la muerte.
El enemigo es también el vehículo de las pruebas, por eso, debemos verlo como el mejor amigo del iniciado o la iniciada. Gracias a sus debilidades y defectos, tenemos la oportunidad de trabajar y fabricar la voluntad y el poder necesarios para alcanzar la certeza de nuestra trascendencia como seres eternos. Esa certeza de ser es la única libertad posible en el camino del humano encarnado. Somos esclavos del animal que vive a merced de los elementos, del inexorable paso del tiempo. Vencer el mundo ilusorio de la transitoriedad es el camino de la libertad. No importa en cual escuela hayan decidido emprender el camino de regreso a la libertad y la fraternidad, sólo venciendo las pruebas que impone el mundo visible, podrán alcanzar la meta que se han propuesto. Yo mismo he trabajado en varias escuelas de sabiduría y realizo mi camino dentro de una de las escuelas existentes. Me intereso también por el budismo y por el camino devocional, pero considero egoísta y poco generosa la actitud excesivamente cerrada de las escuelas en cuanto a la esencia universal del camino del crecimiento. Existe un filtro natural en la ruta del conocimiento, ese filtro es el nivel consciente. Allí radica el verdadero secreto de la enseñanza. Sólo somos capaces de comprender lo que nos permite nuestro nivel de despertar. Así mismo ocurre con la comprensión de las pruebas que nos toca vivir y emprender.
Como sabemos, las pruebas se relacionan siempre con alguno, o algunos, o todos nuestros centros, o como lo afirma la tradición originaria, con nuestras inteligencias elementales. Es decir, las verdaderas pruebas están dentro de nosotros y no fuera de nosotros como tendemos a pensar. Los hechos externos no son importantes, ya que lo que determina la fuerza de la prueba, es la interpretación que hacemos de los hechos que ocurren. Por ejemplo, una muerte nos afecta en la medida de la interpretación que hacemos de la muerte. Suponiendo que, conscientemente, una persona ya ha experimentado la muerte. Que la conoce y pudo regresar, que para esa persona la muerte no es el fin de algo, sino la liberación de un estado, para penetrar en otro más sutil y libre de limitaciones. Sin duda que para esa persona la muerte será algo muy diferente que para un materialista que piensa que todo termina. Si además, el materialista tiene toda clase de apegos emocionales y se siente identificado con sus bienes materiales y posesiones, entonces, la muerte es algo terrible. Es por eso que muchas escuelas iniciáticas centran su trabajo en torno a la muerte. Sus ritos y pruebas de pasaje, son de muerte y renacimiento. Son trabajos que nos muestran simbólicamente una realidad trascendente que ayuda al estudiante a poner en tela de juicio al mundo visible y material. El símbolo es un lenguaje universal cuya interpretación depende del nivel consciente del que lo interpreta.
Las pruebas siempre estarán relacionadas con las emociones, la imaginación e intelectualización, los instintos, las pasiones y la sexualidad. Pero hay que tener en cuenta que todos estamos preparados para vivir estas pruebas. Depende del esfuerzo consciente que realice cada uno para vencerlas o fracasar. Por lo general, las pruebas se nos presentan como problemas divergentes. No tienen una solución estrictamente racional. No se pueden resolver las verdaderas pruebas con una fórmula. No hay fórmula para vencerlas. Tampoco suele haber injusticia en las pruebas. La justicia de la naturaleza se fundamenta en leyes inmutables que sólo se muestran al que tiene valor para enfrentarse a la realidad tal cual es. Al que se atreve a mirar al mundo objetivamente. Es decir, avanza en el camino, el que muere en el mundo de los seres muertos y despierta en el mundo de la eternidad. Para eso, tendrá que detener sus emociones mecánicas, impulsadas por lo inconsciente y atávico, reforzado por la educación religiosa o familiar, por la televisión, la moda, el cine y el romanticismo necio o por los prejuicios científicos. Tendrá que observar su imaginación que dispara a su vez toda clase de emociones incontrolables. Tendrá que observar su imaginación para descubrir sus pensamientos morbosos y sus imágenes perversas que estimulan los celos. Tendrá que observar sus instintos animales cuya raíz se afianza y pretende justificar la violencia y la agresión. La propiedad privada hasta el extremo es pretender la propiedad de personas, animales y cosas. El hombre dueño de la mujer y la mujer dueña del hombre. El padre dueño de los hijos y, por último, el hombre dueño de la tierra y de todo lo que alberga su suelo y su subsuelo. La locura del animal guiado por sus instintos que está a punto de destruir la tierra. Ese planeta ser, que nos permite, como pulgas en el lomo del elefante vivir de su sangre. Hasta que le matemos, claro está.
Como es lógico, las pruebas que le tocan a cada quien están siempre de acuerdo a sus espectativas y a su esfuerzo consciente. Hay un camino facil. El del iniciado o la iniciada es más dificil y más corto. El otro es más lento y lo que determina, siempre, la ruta es el libre albedrío. Por ejemplo, el que desea convertirse en un verdadero mago, conocedor de las leyes que rigen el universo, el que desea conocer el Arte Real, evidentemente tendrá que renunciar a muchas cosas. La escalera es una senda de renuncias. Sólo el que renuncie a todo, será su propio dueño. Pero este camino no está exento de peligros y, por cierto, no todos, o quizás ninguno, debe tomar este camino. Lo que no es recomendable es la inflación. Es decir, pretender estar en el camino del mago y mantenerse apegado a las cosas del mundo visible que le ayudan a inflar su ego. A sentirse poderoso y arrogante. A utilizar el conocimiento para acumular poder material o poder sobre los demás. La naturaleza siempre coloca todo en su lugar y nada ni nadie puede modificar sus leyes ya que, estas leyes, son el fundamento mismo de la existencia.
Cuando nos ocurre algo terrible, cuando tenemos una pérdida muy grande, cuando nos llega una gran prueba, el iniciado no debe ver la prueba como un ¨golpe tan fuerte, yo no se, como si el odio de Dios¨ debe, por el contrario, interpretarlo como un regalo de la naturaleza para abrirnos los ojos y ayudarnos a despertar de este sueño. ¨Cada i