LA TORRE DE DAVID, LA CIUDAD DE LOS RICOS Y LA CIUDAD DE LOS POBRES

Por Nicomedes Zuloaga P.


No hablaré del tema arquitectónico ya que me es ajeno, salvo algún concepto urbano de Bernardo Secchi. No así el “Fenómeno humano” que, a los quince años, me develó el Cura y a cuya observación y estudio he dedicado mi vida. Me refiero, a las consecuencias humanas que todos padecemos, como moradores de esas metrópolis de la “Metrópolis” de Fritz Lang que, al cabo de casi ochenta años de su estreno, el tiempo decretó  monumento hiper-realista.

El título lo tomé prestado de Bernardo Secchi a quien tuve la suerte de escuchar, hace un par de meses, en Buenos Aires. Las hipérboles también son, en alguna medida, prestadas. No la hipérbole en sí misma que podría haber nacido del ciego Grousac y del “escritorio maldito” de la antigua Biblioteca Nacional de Buenos Aires que, tanto frecuenté, en mi tardía adolescencia de los treinta años. Tampoco de Borges que indagó los recovecos del alma humana y escribió un tratado sobre el “Arte de injuriar” que podría sintetizar las descalificaciones aludidas.  Trataré de escudriñar esa “enorme” debilidad humana que es la “importancia personal” y su motor vituperante.

 Los arquitectones han pretendido descalificar y vituperar, con las mas peregrinas excusas, a Alfredo Brillembourg,  cuya propuesta se presentará en el contexto de la bienal de arquitectura de Venecia. He leído con detenimiento y, no sin sorpresa, comentarios, todos, con ese tinte indeleble de la politiquería. Esa curiosa ¿ciencia? ¿arte? o curiosidad del alma y de la acción ligada, por encima de todo, a la toma y retención del “poder” entendido, por supuesto, como ejercicio de cierto arbitrio.

Los arquitectones de la derecha, descalifican la presunta crítica que hicieron Brillembourg y su colega a esa “ciencia sagrada” o religión neo-liberal que, como sospecharán, ha sido objeto de más de una acalorada discusión familiar ya que, en mi caso, se trata de un credo filial. Desde la izquierda, si acaso existe tal denominación  del lado del poder, la agresión está ligada, más a la discriminación racial y social que, a la política. Muestra una impúdica desnudez del alma que, por sus térmicas raíces, causa asombro, primero y, desilusión, después. Al menos, esta última, es un paso más que corrobora una inevitable aproximación a nuestra peregrina realidad y a nuestro fatal destino circular.

La mejor defensa de Brillembourg son sus propias palabras, pero me repugna el patoterismo. Aunque pude comprenderlo a los quince años, a los sesenta y dos, lo deploro. No creo que Alfredo, con su “restaurat de la Torre Financiera” pretenda burlarse o que se trate de una acción cínica en torno al problema planetario que representa la convivencia entre la “ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres” en este mundo superpoblado, cuyos habitantes viven en esos inhumanos tugurios que circundan las ciudades del planeta. Se trata, no de un problema puntual de la, antes “sucursal del cielo” y, ahora infernal Caracas. No. Es el drama de los barrios del sur de Bogotá y del sur de Quito. De las barriadas sin techo de Lima y de los barrios depauperados del Santiago de  Chile, como la Pincoya o las invasiones y barriadas del Puente de la Noria en Buenos Aires o el “Elefante Blanco” de la última película que protagonizó Ricardo Darín. El tema se refiere a una probeta que demuestra el fracaso sistemático de la Ciudad, inevitablemente colapsada, que requiere acciones divergentes con las teorías y las soluciones de una estética ineficaz o de un descriterio político y social que pretende una fórmula inaplicable. 

El tema del criterio, es decir, la capacidad para discriminar, o colocar cada cosa en su sitio, es apasionante. Una persona puede ser inteligente, tremendamente informada, tener varios títulos universitarios y doctorados, ser exitoso y, a pesar de todo, padecer de esa enfermedad que ahora, quizás más que nunca, afecta a la humanidad: el des-criterio. La economía y la administración de lo escaso a secas,  demostró ser incompatible con la realidad de un planeta superpoblado y sus ciudades ciclópeas e inhumanas.

El racho vertical de la Torre Financiera tiene la misma raíz de las barriadas caraqueñas. La misma necesidad y los mismos fines, pero responde al fracaso persistente de todas la políticas habitacionales desarrolladas por los gobiernos. Recuerdo las cien mil casitas por año de Caldera y el fracaso de su implementación . Quizás, lo más coherente era la tesis del arquitecto americano, Lawrence Halprin, a quien conocí con Tomás Sanabria,  que consideraba que, los ranchos, no tenían solución y  había que darle servicios, parques y seguridad. Diego Arria lo intento, aparentemente con bastante éxito, en el barrio Los Manolos, la Charneca y otros. Pero se trató en un esfuerzo ínfimo ante la magnitud del problema.

En la Torre Financiera, la Ciudad temible le ganó la batalla al Capitalismo Salvaje y al Socialismo Salvaje. Es producto de la necesidad y del fracaso, en todos los órdenes, de todas las teorías. Plantea el problema de las grandes urbes del planeta,  de su dimensión inhumana. De la ciudad que, en lugar de encuentro, es lugar de desencuentro, de terror, de crimen y dolor. No es un asunto que podamos obviar.

Si una persona plantea una mirada divergente del problema que, hasta ahora, se presenta como insoluble, no debe ser vituperado con argumentos pueriles como la “autoridad de los serios” los arquitectones. No. Considero que cualquier punto de vista debe ser tratado con consideración y respeto. Qué el derecho a disentir hay que defenderlo en todos los terrenos y que, expresar un punto de vista divergente tiene mayor virtud, cuanto más distante esté de lo “establecido” por los dogmas religiosos, científicos o económicos.

Por cierto, según algunos entendidos, en América latina, el 80% de la población es urbana. No se puede agredir la expresión de una visión que persigue mejorar la calidad de vida de los desamparados, desde las ternuras del nido acomodado, desde la “Ciudad de los ricos”  que difiere, radicalmente, de la ciudad de los pobres. La ciudad de los ricos suele tener servicios y cloacas, está construida en terrenos sólidos y no anegadizos. Sabemos bien quienes sufren las consecuencias de las inundaciones, a quienes se les cae el rancho encima y suelen morir tapiados. ¡Cómo hacer para salvar a los detractores, de si mismos!

Para terminar me limitare a reproducir las palabras de Brillembourg en entrevista a El Universal. Se destaca un concepto que es nuevo  para mi y me gusta como frase inspirada y valiente “teólogos de la arquitectura de la ciudad”.

«El punto no es hablar de política. Somos historiadores, diseñadores y teólogos de la arquitectura de la ciudad. Al curador le interesó nuestro trabajo acerca del fenómeno de la Torre David en Caracas. A nosotros no nos interesa cómo llegó a ser lo que es hoy. Ahora examinamos cómo los habitantes han logrado, sin ascensor, infraestructura, electricidad, ingresos y apoyo de ningún banco, transformar un edificio que, supuestamente, no podía ser transformado». 

«Ni Sao Paulo, Lagos, Mumbai ni Caracas pueden controlar la migración feroz. 50% de la población mundial vive en ciudades. Gran parte de ese porcentaje, de aquí al 2030, va a crecer rápidamente hacia el Hemisferio Sur. Se han comido el terreno disponible. La única solución es hacer viviendas verticales populares», apunta.

Qué cada quien saque sus propias conclusiones.

 

NZP.

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