BENARES

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Benares, Aartí desde Meer Ghat

Por Nicomedes Zuloaga Pocaterra (Arkaum)

Tenemos la idea que, las ciudades, centros multitudinarios que son el signo de los tiempos, se han uniformado. En cierta forma, la aldea global es aburrida uniformidad. Durante un viaje místico a la India, programado, paso a paso, por ese sabio oriental que es Antonio Eduardo, llegamos a Bombay, ahora Mumbai, para descubrir que se ha llenado de “malls” “Shoppings” “centros comerciales”. Que mucha gente viste a la usanza occidental y que, la misteriosa India, cede ante la televisión y las comunicaciones globales. Bollywood, el Hollywood de la India, hace superproducciones y conquistalas pantallas del mundo.

Después de visitar las maravillas de Elefanta, salimos en segunda clase AC (que quiere decir aire acondicionado) hasta Bangalore. Allí, de nuevo, encontramos el “mall” y las “chamas” con los jeans apretaditos y, en definitiva, la misma vaina que en todas partes.

Visitamos Putaparti y, la reencarnación del príncipe Rama, me refiero a Satia Sai Baba, estaba a punto de desencarnar. Viajamos en un autobús popular y, al fin, nos encontramos con la India eterna. Las bellas mujeres color de tierra con sus vistosos saris. El sadhu que sube en una estación y es respetado y venerado y, el ashram. Putaparti es una pequeña ciudad que no se parece a nada.
Desde allí, después de ofrendar a Ganesha, según las indicaciones de Antonio, partimos en bus hasta Allapuhza, en Kerala, lejos de la gran ciudad. En las aguas interiores.

AGUAS INTERIORES DE KERALA
Aguas interiores de Kerala

Navegando entre la selva interminable de cocoteros, llegamos al ashram de Amma. Una experiencia espiritual que, como toda vivencia iluminadora, es intransferible. El sur de la India es como el oriente de Venezuela. Si quitamos los saris a las mujeres, podríamos estar en alguna localidad al este de Cumana, o cerca de Carúpano. Con una diferencia, la gente no es agresiva. Eso si, son tomadores de pelo como los orientales en Veneuela. El “ashram” es un centro internacional y nacional. Hay residencias para los indios y para los extranjeros. Debe ser la comunidad más armónica que conocí, hasta ahora, en mi vida. Lo más cercano al paraíso en la tierra y no se fundamenta en el “materialismo histórico”. El viaje místico nos llevó a las plantaciones de arroz y al “mantra” y al “mala” que todavía llevamos y usamos para repetir la cadencia sagrada.
Desde el lejano sur de la India, comenzó, realmente, el viaje a Benares, o Varanasi, como se llama ahora. No había trenes de segunda AC. Así que compramos pasajes de eso que en la India se llama “sleeper class”. En una cabina para seis, viajan unas cuarenta personas. Aconsejan colocar cadena y candado para asegurar el equipaje. En total, hicimos unas 12 horas en “sleeper”.  Ya sabíamos que había que abordar temprano los trenes y buses para conseguir asiento. Así es que nos sentamos en la ventana y a rodar! A la mañana siguiente, llegamos a Madurai, pero tomamos un bus que nos llevó hasta Rameswuaran. Desde allí podríamos abordar, al fin, el vagón de segunda AC. Se trata de una de las estaciones más remotas del sur de la India. En realidad es la última estación. Pudimos haber tomado el tren en Chenai, antes Madrás, pero nos enteramos tarde. Estábamos agotados y nada de “sleeping” en “sleeper class”. Teníamos por delante un viaje de cuatro noches y tres días hasta Benares. La cabina de segunda tiene cuatro camarotes. Las sábanas son impecables y también las cobijas. Compartimos un viaje extraordinario con una pareja de biólogos recién casados.
En el resto del vagón, venían varios enfermos terminales con sus familias. Las cabinas están separadas sólo por cortinas, así que uno comparte algunos lamentos y algunos olores. Pero es parte de la ruta hacia Benares. Se trata de la más sagrada de las ciudades de la India. La gente va a morir en Benares y a bañarse en las aguas del Ganges.
Llegamos al amanecer. Benares, sus calles estrechas y laberínticas atiborradas de gente y de misterio. El “tuc tuc” no llega hasta el Gran Río. Al amanecer la multitud se cruza en un ir y venir espeluznante. Hay mucha gente en la India. En Mumbai, cuando intentábamos avanzar hacia la antigua estación Victoria, la marea humana era indescriptible. Pero en Benares es una marea diferente. Incomprensible. ¿A donde van los muertos? ¿ De donde vienen los que nacen?

Lanzados al Río para su eterno viaje
Lanzados al Río para su eterno viaje

Llegar al río y al humo de los cadáveres y al Meer Ghat, es avanzar hacia el destino inevitable de todo y de todos. Esa luz del amanecer, con su innumerables brillos, sólo la he visto en Benares. La felicidad de abandonar, al fin, este envoltorio, sólo he visto en Benares. Las familias pudientes con sus muertos bien quemados, con grandes montañas de leña, con sus rostros tranquilos y el maestro en su plática, sólo en los Ghats del río sagrado. Y los muertos pobres, con sus torsos chamuscados y los brazos y las piernas cortados y lanzados al Río para su eterno viaje, sólo allí es grandioso, en Benares. Y el aartí, ceremonia del fuego, fiesta nupcial, jolgorio del encuentro con la muerte. Con su música estridente y su fuego sagrado y las ofrendas que se llevan tu karma río abajo, hasta el otro mundo. Y el humo, como en el Carrizo, de la Castellana, pero más penetrante. Irritante. Con el exacto olor de los retaurantes de Caracas, New York o Buenos Aires. Olor familiar, en el plano sensible, pero iluminador en el mundo del espíritu. Sólo en Benares. No es importante porque se trate de un extraño rito de muerte y resurrección, sino por el poder descomunal de la experiencia. Allí te sumerges en la muerte y, por lo mismo, en la vida. Despiertas. En Mumbai (Bombay) también se practican otros ritos. En las sagradas torres de los parsis, los cadáveres son devorados por los buitres, pero se trata de una experiencia lejana. Imaginada apenas. Una experiencia que sólo se conoce siendo buitre como el Nahual.
Amanecer en Benares es morir un poco en uno mismo.

HARIDWAR, LA INDIA DE MA
HARIDWAR, LA INDIA DE MA

HARIDWAR, LA INDIA DE MA
La India de Ma que, aguas arriba, en Haridwar, en tiempos de Ghandi y de Nehrú escuchó y amó a la santa en el barrio de Kankhal.
El Ganges no es como el Nilo, donde duerme el espíritu de los hombres-dioses. En el Ganges, los dioses todavía caminan y se bañan. Para el occidental, es difícil comprender la eternidad cotidiana y reconocer a los dioses encarnados.