Por Nicomedes Zuloaga P.
Uno de los modelos de pensamiento más arraigados, mito universal, es el de la discusión de las ideas, como si fuese una batalla, para derrotarla y así “ganar” en una contienda ideológica. El enfrentamiento ideológico promovido durante los últimos catorce años en Venezuela, es lo que ha mantenido viva las ideas del régimen. El gran acierto de Capriles que, todo indica, será el próximo Presidente de Venezuela, está en su campaña de no enfrentamiento y reconciliación. Se ha dedicado a hablar del futuro y exponer sus ideas sobre el bienestar y, además, reconoce algunos aciertos de su “oponente”. Hay en esto sabiduría ya que, la verdad, tiene infinitas aristas. Tantas que, todos, hasta los que ven lo opuesto, tienen acceso a una parte de la verdad. La visión de la vida como conflicto es común al hombre de guerra que divide el mundo entre amigos y enemigos. Como la historia es, indefectiblemente pendular, le tocará el turno a la conciliación. El trabajo del próximo Presidente será apaciguar los enfrentamientos inevitables de los radicales.
Lo cierto es que, las ideas, tienden a fortalecerse, no a debilitarse, en la medida que se discuten. Si queremos dar fuerza a una idea, enfrentémosla. Sin ánimo de discusión, una observación concienzuda de la historia, nos demuestra esta afirmación. Los orientales comprenden más que nosotros lo baladí de las discusiones. El hinduismo basa su filosofía en la devoción, el silencio y el vacío. El oriental escucha a sus maestros con devoción y aprende, o intenta aprehender, la enseñanza que, a veces, resulta contradictoria o divergente. Un buen ejemplo de esto es el diálogo de Krishna y Arjuna en el Bhagavad Gita. Ghandi derrotó un imperio sin violencia. Pero occidente y sus filósofos son discutidores por excelencia. Nos gusta tomar bandos ideológicos y enfrentarnos, sin percatarnos que, al enfrentar una idea, la fortalecemos.
La historia está llena de ejemplos. Todos los filósofos occidentales que conocemos y las ideas que seguimos estudiando, son las más discutidas. Si las ideas fueron enfrentadas hasta causar la muerte de su defensor, con seguridad, se garantizará la fortaleza interminable de la idea y su perpetuo recuerdo. De allí el trillado “se puede matar al hombre, pero no las ideas”. A Sócrates se le acusó de corromper a la juventud ateniense por sus ideas y bebió la cicuta. Eso le ha garantizado la eternidad. Las ideas de Platón fueron enfrentadas por su discípulo Aristóteles y Aristóteles, por muchos neo platónicos como Plotino. Bruno, pagó con su vida en la pira de la Ciudad Eterna, por afirmar, cincuenta años antes de Galileo, que la tierra se movía, después, el mismo Galileo, casi termina en el horno. Podemos determinar la jerarquía de las ideas “eternas” por la medida en que se han combatido. Jesús es el ejemplo más sublime. Se enfrentó a las tradiciones de su pueblo y murió en la cruz defendiendo sus ideas. Con esto, dividió en dos la historia y aseguró también la supervivencia de las ideas antiguas del pueblo judío que el enfrentó y pretendió reformar. Darwin fue maltratado y atacado al señalar nuestro humilde parentesco. Las ideas liberales de Byron y de los Shelley, los llevaron al exilio y las transgresiones homosexuales de Oscar Wilde le llevaron a la cárcel, hoy, le habrían llevado al altar!
Los ejemplos de cómo se fortalece una idea al enfrentarla, son infinitos. Así como también los ejemplos de las ideas que mueren por inanición, cuando no se discuten y se olvidan. El olvido, afirmó Borges alguna vez, es la máxima venganza y el máximo perdón.
La muerte de las ideologías se acerca cada vez más. La hibridación y la posibilidad de crear libremente nuestros códigos se ha convertido en la raíz de los nuevos procesos creativos (mi amiga Blanca, brillante rectora de talleres creativos, dixit). Pero eso todavía no lo han descubierto algunos políticos y gobernantes de esta parte del mundo. Son los pocos que aún no han caído en cuenta del deceso del modelo ideológico cuya muerte anunciada, tiene un nombre: el olvido.