LA SECTA DEL FENIX

Por Nicomedes Zuloaga P. (Arkaúm)

Aquellos que, de vez en cuando, “incurrimos” en la lectura esporádica de las obras completas de Borges descubrimos, casi siempre, un tema insólito para reflexionar. Esta vez abrí “Ficciones” y me encontré con unas páginas que, hace unos treinta años, había subrayado y garrapateado. El escrito se refiere a la antigua y curiosa Secta del Fénix que, debió existir desde la más remota antigüedad y que, por cierto, debe existir aún en nuestros días.
Borges afirma que se le atribuye la historia originaria a Heródoto de Halicarnaso. Que el Fénix era un ave que, cada quinientos años, viajaba desde la India hasta Heliópolis, cerca del Cairo. El extraño pájaro era como un águila, sus plumas doradas y rojas. Según Heródoto que vivió cinco siglos antes de nuestra era, los egipcios afirmaban que viajaba con un huevo fabricado de mirra y que, de sus cenizas, renacía. Dice Borges que la denominación Fénix es en realidad posterior a Heródoto; sin embargo, lo importante en el escrito es la profundidad del Mito y su verdadera significación. Se trata de un mito, o rito, de muerte y renacimiento. Lo cierto es que ahora que podemos “googlear” la información, cosa que lamentablemente para la humanidad, Borges no conoció, sabemos que, además de Heródoto, Plinio el Viejo, Luciano, Ovidio, Séneca y Claudio también escribieron sobre aquella tradición egipcia.
El ave Fénix simbolizaba también al Sol, Rá, o Amón. En Egipto se le conocía con el nombre de Bennu y habría nacido del estallido del corazón de Osiris. Está presente en muchísimas estelas del antiguo Egipto. El ave moría y renacía de sus cenizas y simboliza la certeza de la trascendencia. Aunque los miembros de la secta no se quieran dar a conocer sino como Gente del Secreto, el mismo Borges los relaciona con la Secta de los Constructores, después dedicados a las artes liberales. Niega que se trate de una derivación israelita, aunque muchos de sus miembros puedan serlo. En este temible y sutil relato, nos dice que “ como no hay grupo humano en que no figuren partidarios del Fénix, también es cierto que no hay persecución o rigor que estos no hayan sufrido y ejecutado. En las guerras occidentales y en las remotas guerras del Asia han vertido su sangre secularmente, bajo banderas enemigas; de muy poco les vale identificarse con todas las naciones del orbe.”
Pero la historia del Fénix no fenece en Grecia y Roma, la cristiandad, tan dada a emular y prácticamente copiar, las tradiciones y los ritos egipcios (como lo es el caso de la virgen ligada al mito de Isis, señora de los misterios de la naturaleza) también toma el mito para si y afirma que se trata de un ave que vivía en el paraíso terrenal y que, al ser desterrados Adán y Eva por su osadía de pretender liberarse de la ignorancia, el pájaro en cuestión fue quemado, con su nido, por una chispa salida de la espada del ángel. Qué se trataba de una equivocación y, como el ave era inocente, se le permitió revivir. Así tenemos que también Pablo de Tarso, San Ambrosio, el Papa Clemente y otros mencionan este innegable representante de la reencarnación terrena y divina.
A Borges le sorprende que, sin una etnia, libro sagrado, o cultura común la Secta subsista después de milenios. El afirma que se trata de un rito y de un secreto y que, además del secreto, antiguamente, existía otra leyenda y un mito, olvidados hoy “por los superficiales hombres del Fénix”. Que queda sólo un recuerdo de un castigo, de un pacto y de un privilegio.
Sin duda que la alusión parece referirse, a primera vista, a la hermandad de los masones cuyos secretos y cuyo poder, parece ir y venir de acuerdo a la marea y los cambios de la lenta evolución humana. Lo cierto es que parece que si debe haber verdaderos miembros de la Secta del Fénix en la masonería y, su organización, serviría para disimular el secreto que está más allá de las tradiciones y de los rituales. La masonería me es cercana quizás por la memoria de la sangre. Mi bisabuelo Nicomedes Zuloaga Tovar fue Maestro Masón y quizás desde allí me llega el interés por las cosas inútiles y desligadas a las vicisitudes del mundo visible.
Mi amigo Bogarín piensa que la historia de la humanidad está llena de mentiras inventadas por los gobernantes, para doblegar a la humanidad por medio del temor y afianzar su poder. Me parece que hay un fondo de todo eso en las religiones y creencias políticas y “científicas” de todos los tiempos. Pero la hermandad del Fénix parece otra cosa. Se refiere más a un rito secreto y a una técnica trasmitida, de generación en generación, desde los estados alterados de la conciencia humana. Se refiere a un rito que está más allá de las razas, las religiones, las culturas, los Orientes, los países y las eras. Un rito simple, pero que requiere una gran valentía. Un rito de muerte de la personalidad y renacimiento verdadero y fácil, pero imposible para la inmensa mayoría de la humanidad.
Aquellos que Borges identifica como “los fieles de la secta” son quizás el círculo externo de los que verdaderamente pertenecen a la misma. En una oportunidad supe que algunos amigos y socios de mi padre, formaban parte una curiosa sociedad, ficción o realidad, cuyo nombre era “La sociedad del Fénix y del Petrel”. Entre ellos supe que participaban algunos “viejos” con quienes siempre tuve buena e imperecedera comunicación. Luís Beltrán González, con quién apenas tuve relación pero dejó una indeleble impresión, Alfredo Machado Gómez, José Giacopini Zárraga (De quien escuché, entre otras historias venezolanas contemporáneas, su experiencia, como testigo de excepción, entre militares y civiles durante el golpe a Rómulo Gallegos). No se quienes pertenecieron a la mítica alianza, cuya información recibí de José Giacopini. Quizás el mismo Regis y posiblemente mi padre, que eran más jóvenes, pertenecieron a la misma. Recuerdo que José me dijo que el Fénix renace de sus cenizas y, al petrel, le gusta volar cuando hay tormenta. Por eso les gustaba tanto el Fénix y el Petrel. Hace un tiempo intenté emular a los viejos y, con el pretexto de beber cada año una botella de Armagnac, con un amigo argentino y uno chileno intentamos reeditar la “Sociedad del Fénix y del Petrel”.
Me parece que el verdadero secreto está en la imposibilidad, casi absoluta, del ser humano para escapar de la ilusión y penetrar en el mundo de lo permanente. Es decir, el mundo de la verdad. Desde nuestro nacimiento, la mente es bombardeada por toda clase de mentiras que pretenden justificar la existencia del hombre sobre la tierra, su función y su razón de ser. El estado de ensoñación es de una dimensión enorme y, el despertar, sólo nos llega con eso que algunos llaman la muerte y otros el ingreso al Oriente Eterno.
La verdadera sociedad del Fénix existe sólo en el mundo del más allá. Más allá de las religiones, las logias, el arte, la cultura y la acción. El secreto es un estado, por eso es secreto e intransmisible. Este estado es razonable, pero está más allá de la razón. Los que forman parte del secreto están, como dice Borges, en todas partes. No necesitan signos de reconocimiento. No necesitan dioses ni altares y, como afirma el escritor en su curioso escrito:
“El secreto es sagrado pero no deja de ser un poco ridículo; su ejercicio es furtivo y aun clandestino y los adeptos no hablan de el. No hay palabras decentes para nombrarlo, pero se entiende que todas las palabras lo nombran o mejor dicho, que inevitablemente lo eluden…”

Arkaúm

Un comentario sobre “LA SECTA DEL FENIX”

  1. Una vez más, gracias por tan profundo, ameno y revelador compartir. Me regocija y confirma interiormente la certeza inequívoca de tu pluma, manifestada en palabras preñadas de sabiduría ancestral. Que nuestro vuelo nos lleve lejos y nos traiga recargados con la eterna semilla de la Vida depositada en Tierra fértil.

    Sentido Abrazo en Gratitud con lo que Es.

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