Por Nicomedes Zuloaga P. (Arkaúm)

“Privar a un pueblo del hombre que celebra como el más grande de sus hijos no es empresa que se acometerá de buen grado o con ligereza, tanto más cuanto uno mismo forma parte de ese pueblo. Ningún escrúpulo, sin embargo, podrá inducirnos a eludir la verdad en favor de pretendidos intereses nacionales, y, por otra parte, cabe esperar que el exámen de los hechos desnudos de un problema redundará en beneficio de su comprensión”.- Sigmund Freud

Aunque se trata de una novela y, las licencias que puedo darme son muchas, hay un tema que traté en “Namrá el Inmortal” que ha resultado particularmente incómodo para una inmensa mayoría de personas creyentes. Me refiero al tema de la “nacionalidad” de Moises, patriarca del Éxodo y fundador del monoteísmo, aún entre los pueblos israelitas que, antes de Moisés, adoraban “becerros de oro” e infinitas deidades ligadas a las fuerzas desatadas de la naturaleza. El mismo Freud,judío y padre del psicoanálisis, escribió una curiosa obra en la cual afirma que el padre de su religión era egipcio.

Nefertiti ¿hija de Josué?
Lo primero que hace Freud en su obra es aclarar la gran dificultad para llegar a conocer la historia de épocas tan remotas. De allí que debemos acercarnos a esta con herramientas muy desgastadas por el tiempo. No hay verdaderas fuentes históricas egipcias que nos hablen del Éxodo, en el sentido de las escrituras. Existe si, desde la perspectiva de mis investigaciones, una estela que, los arqueólogos han llamado “La Estela de Israel” cuyo nombre es una exageración ya que, el mencionado documento que se encuentra en el museo del Cairo, tiene sólo veintiocho líneas, de las cuales, las primeras veinticinco, se refieren a la victoria del faraón sobre los libios. En las últimas tres líneas, se menciona, entre otros, el nombre de Israel. En mi novela identifico a Moisés con Horamheb y eso si parece, a la luz de lo que he logrado dilucidar, una equivocación que va más allá de la licencia literaria. Todo indica que el Éxodo debió producirse durante el gobierno de Horamheb, pero, como veremos, nunca pudo ser el mismo Moisés.
La fuente histórica escrita más importante de Egipto, aparte de los geroflificos de las estelas y “cartuchos”, son los escritos de Manetón, historiador egipcio de la época de los Tolomeos. El detalle es que la historia de Manetón nos ha llegado de la pluma de Flavio Josefo, historiador judío que, sin duda, escribió una versión que “debió” adaptarse a las escrituras de su propia tradición.
La otra fuente, decora los pilonos y tumbas egipcias y su lectura la debemos al entonces joven francés Francois Champollion. Gracias a el se descifraron los “cartuchos” que tenían la lista de los reyes de Amarna y así, podemos inferir el origen del monoteísmo, unos años antes de Moisés, en la ciudad sagrada de Akhetaten, dedicada a Atón. Allí están los nombres de Ajnatón (o Amenofis IV), Smenker, Tut Anj Amón y Ay. El origen del monoteísmo y, la revolución religiosa de Ajnatón, si parece relacionarse y tener un paralelismo con el éxodo de Moisés. Que, paradójicamente, coincide con la desaparición de Ajnatón y con el derrocamiento del “Faraón Rebelde” o, como se le califica en todos los escritos postreriores a su desaparición y a la destrucción realizada por Horamheb de todos los vestigios de Amarna : “El Hereje”.
Aparte de Manetón y de su, intérprete digamos, Flavio Josefo, conocemos la historia de Amarna gracias a Sixto Julio Africano, en el siglo III de nuestra era, de Eusebio en el siglo IV, de Sicello de Tarsio, patriarca de Constantinopla, también Plutarcoparece dedicarle algunas líneas que confieso desconocer, por ahora.
Josefo, para coincidir con su tradición, afirmó que los israelitas salieron de Egipto antes del reinado de Amenofis III y los identifica con los Hicsos que habían conquistado las tierras fértiles del delta del Nilo. Cosa que, por cierto, hoy día, niegan todos los historiadores. Uno, de origen árabe, Ahmed Osman, piensa que Ajnatón, siendo egipcio, era nieto de Josué, visir de Tuthmosis IV, conocido con el nombre egipcio de Yuya. Según esta interpretación, Moisés sería hijo de la reina Tiy. Recordemos que Josué fue el que llevó a los Israelitas hasta Egipto en donde recibieron buen trato y riquezas hasta la llegada del usurpador Horamhebque los persiguió y los esclavizó, quizás, por haber apoyado y adorado al Dios invisible de Ajnatón, el dios único.
Es interesante destacar que Atón no era sólo un Dios egipcio, sino universal, según la concepción de la tradición de Amarna, inspirada en todo, a la tradición de Heliópolis, cuna, por cierto, de Atón. Este rasgo ecuménico, sin duda, nos recuerda, no sólo al Dios de los patriarcas del desierto, si no también al Dios del pacto cristiano. Ajnatón se ganó la enemistad del clero egipcio. Construyó un gran templo de Atón en Karnak y otro en Luxor.
Además, hay otros nombres egipcios relacionados con Moisés. Por ejemplo, los de Ahmose y Kamose, fundadores de la XVIII dinastía, quienes lucharon contra los Hicsos. En mi novela, ubico a estos en la época de la fundación de Atenas, licencia literaria aceptable y novelesca.
Pero Freud que no escribió una novela, sino un estudio profundo sobre el tema, primero, en 1937, en la revista “Imago” con el título de “Moisés, un egipcio” reitera que el nombre de Moisés no es judío como se creía. Que proviene del egipcio MOS que significa hijo. Afirma que se limita a tomar como referencia a uno de “los innumerables” linguistas que afirman que el nombre Moisés es egipcio como en el caso de J.H. Breasted, primer egitólogo norteamericano:
“El nombre abreviado «Niño» se convirtió pronto en un sustituto cómodo para el complicado nombre completo, de modo que la forma nominal Mose se encuentra con cierta frecuencia en los monumentos egipcios. El padre de Moisés seguramente había dado a su hijo un nombre compuesto con Ptah o Amon, y en el curso de la vida diaria el patronímico divino cayó gradualmente en olvido, hasta que el niño fue llamado simplemente Mose. (La «s» final de Moisés procede de la traducción griega del Antiguo Testamento. Tampoco ella pertenece a la lengua hebrea, donde el nombre se escribe Mosheh.”
Freud se refiere además a la relación entre el nombre de Moisés con los de Tutmoses, Ramsés etc. Y, con razón, encontró una gran similitud entre ambas religiones (la de Amarna y la de Moisés). En uno de los artículos publicados por Freud en la revista Imago se refiere a la oración judía “Schema Yisrael Adonai Elohenu Adonai Echod” (Escucha, oh Israel, el Señor tu Dios es un solo Dios). “Como la letra hebrea d hebrea es una transcripción de la letra egipcia t, y la e se convierte en o, decía después que esa frase del credo judío podría traducirse así: (Escucha, oh Israel, nuestro Dios Atón es el único Dios).
Por su parte Osman insiste en que, los historiadores judíos con Immanuel Velikovsky a la cabeza, se empeñaron en fechar el Éxodo doscientos años antes del reinado de Ajnatón. Que la manía de desacreditar la imagen de Ajnatón llegó al colmo con las afirmaciones del egiptólogo Ciryl Aldred quien cree que, el coloso desnudo de Karnak, obra escultórica inconclusa ya que no se le había tallado el faldellín, era prueba que Ajnatón !no tenía órganos genitales!. Podemos objetar que, algunas afirmaciones de Osmán están teñidas por su propia cultura anti-semita, pero no me parece así en este caso. De todas maneras, Ajnatón ha sido objeto de toda clase de incongruencias y de infantiles descalificaciones. Hay una escultura también inconclusa en la cual aparece besando a una de sus hijas y, algunos, escribieron que esa era la prueba de su homosexualidad ya que se trataría de Smenker, su hermano. En todo caso, son bastante ridículas las conradicciones de “la ciencia oficial” cuando se trata de Ajnatón.
Freud no dice que Moisés fuese Ajnatón, más bien lo relaciona con un descendiente o súbdito de Ajnatón. Hoy, en vista de las investigaciones de Osman, podríamos afirmar que se trataba del mismo Ajnatón ya que su tumba jamás se encontró. Otro tema tratado por el padre del psicoanálisis es el origen de la circuncisión entre los judíos. El único pueblo antiguo del Mediterráneo que realizaba la circuncisión era el pueblo egipcio. Sólo de Egipto pudieron adoptar esa costumbre. Ni los fenicios, ni los babilonios, ni ningún otro pueblo realizaba este ritual, adoptado posteriormente también por los musulmanes. Exiten pruebas terminantes respecto a esto en exámenes practicados en las momias egipcias. La intención de Moisés al implantar esta tradición egipcia, era convertir a estos nuevos egipcios en un “pueblo sagrado”. Así mismo, pensaba Freud que, los sacerdotes levitas judíos eran, en realidad, los que huyeron de Amarna con Moises (¿Ajnatón?). Ellos serían los verdaderos sacerdotes de Atón. La afirmación de que Moisés era un levita, el lo considera una equivocación. En verdad, los levitas fueron los sacerdotes de Moisés. También pensaba que, el carácter iracundo de Moisés podría tener un fondo de verdad ya que, según las investigaciones de Sellin (1922), habían demostrado que Moisés había sido asesinado por su propio pueblo durante una rebelión y que, la tradición mesiánica habría nacido del sentimiento de culpa de los asesinos arrepentidos, en el sentido que, Moisés regresaría del mundo de los muertos para guiar a su pueblo arrepentido hasta el reino de la bienaventuranza. El dice textualmente que no se ocupará de “las evidentes vinculaciones de esta tradición con el destino del fundador de una religión ulterior”.Por su puesto se refiere a la muerte y crucifixión de Jesús, el Cristo.
Horamheb si privó a los israelitas de su situación privilegiada en el Nilo y los persiguió y esclavizó, cosa que no había ocurrido antes. Convirtió a la ciudad de Zarw, donde vivían los israelitas en cárcel. Horamheb, jefe militar que usurpó el trono a los descendientes de Ajnatón, fue además el destructor de todas las reliquias de Akhetaten (Amarna). Con su hijo Seti dio origen a la dinastía de los reyes “Ramésidas” con Ramsés I, fundador de la XIX dinastía. Su reinado fue aparentemente breve y fue durante esa época que Ajnatón, verdadero faraón, quizás nieto de Josué, organizó a los israelitas del delta y, con su Dios invisible a cuestas, viajó a las arenas del desierto. Esta teoría es divergente con otra, muy en boga y origen de mi equivocación, en la cual se afirma que Moisés sería un egipcio que se enfrentó al faraón en una guerra por el trono y, al fracasar en su campaña militar, tuvo que abandonar el Valle y huir al desierto. Cómo estas historias tan remotas son divergentes, es probable que se trate de una mezcla de algunas, o de todas las teorías. Sin embargo, el origen egipcio, o al menos, mestizo, de Moisés, parece tener, hoy día, bastante sentido. Cómo el mal trabaja para el bien, al biznieto del usurpador Horamheb, le debemos algunos de los monumentos más conspicuos del Egipto antiguo. Ramsés II construyó, no sólo Abu Simbel, sino la sala hipóstila de Karnak, con sus descomunales columnas, jamás repetidas en la historia arquitectónica de la humanidad. Sus capiteles en forma de flor de loto, se elevan a setenta y cuatro pies de altura.Cómo a estas alturas de mi vida no deseo considerarme ni judío, ni musulmán, ni cristiano, sino parte de esa desmembrada y pequeña raza de este minúsculo planeta, de ese, también minúsculo universo, en el cual todo es multitud y unidad, me gusta descubrir estas historias originarias que tanto nos dividen. Sin duda somos un infantil y terrible género humano que se cree aislado y único. La humanidad sobrepoblada está siempre al borde del desastre porque se han creído una historia falsa, mil veces repetida. Si, parece que Moisés era egipcio y fundador de la religión de aquellos que fueron esclavizados por otro egipcio, su enemigo y usurpador del trono.Esta identidad de la tradición egipcia y judía nos da luces sobre la intrincada y misteriosa simbología de los altos grados del “escocismo” en la masonería de perfección. Explica porque encontremos símbolos y rituales de inspiración evidentemente herméticos y egipcios unidos a símbolos y tradiciones hebreas. Se culminan los grados del “rosacrucismo” con un simbolismo totalmente cristiano, después de haber pasado por un simbolismo de la tradición judía, para culminar con referencias a la tradición mosaíca. Especialmente con el simbolismo del “Euforbio” y de la “Serpiente de Bronce”que, como sabemos era el símbolo del cetro, egipcio también, que llevó Moisés en su periplo. La idea de este escrito no es ofender, sino buscar luces para encontrar la unidad en la aparente diversidad que tanto dolor y muerte ha causado desde el origen de los tiempos. Yo mismo, como afirmó Freud, tengo más que unas gotas de sangre judía. De verdad, no creo que hay nada ofensivo en ser descendientes de la cultura más elevada de la antiguedad, origen de toda la civilización occidental, padres de la tradición de los Helenos y de su filosofía. Según la tradición bíblica, los judíos y los actuales musulmanes son descendientes de dos hermanos de padre. Resulta que estos primos, armados de bombas atómicas podrían destruir al planeta por un problema familiar. Me asombra el genero humano. Me parece que es hora de aceptar que puede haber un camino laíco para la espiritualidad. El cambio de era, según los mayas, nos llega con infinitas alternativas al fanatismo. Pero somos básicamente temerosos para pensar y actuar con rectitud y conciencia.La intolerancia no parece haber cambiado desde que los sacerdotes egipcios mandaron a borrar el nombre de Ajnaton y de su familia real de todas las estelas, cartuchos y pilonos de los templos. El mismo e intolerante Atón desplazó a todos los dioses, pero ahora ha llegado otro tiempo. Me gusta sentir en mi al egipcio, al musulman, al judío y al cristiano y a toda la especie humana que vive en la memoria de mi sangre y, quien sabe, en una memoria más ancestral y alejada de todo concepto.No sólo soy género humano, también soy el animal que educo. Tigre que me enseña el arte del acecho y el gavilán para mirar desde lo alto, pero también lagartija para mirar desde abajo y salmón para nadar contra la corriente y, además, cuanto bicho hay en esta tierra que está formado del mismo barro vil que nosotros. Cuando veo a mi alrededor, me parece posible que, el mundo, efectivamente terminó. Como las estrellas lejanas, sigue llegando la luz de algo que desapareció hace tiempo. O, quizás, como en la alquimia, se trata del nigredo. La podredumbre esencial para realizar la Gran Obra. De esa humedad pútrida nacerá la energía transformadora. La historia de la humanidad es una cátedra de la maldad. Del egoísmo, de la supervivencia y la lucha. En definitiva, el desierto le ganó la batalla al valle fértil y al altiplano de la abundancia. Gracias a las mentiras repetidas y a las creencias impulsadas por toda clase de fanatismos hemos llegado, al fin, al principio. Los pueblos “elegidos” pretenderán un nexo divino y superior, cada uno con sus dioses. La intención: el dominio sobre los demás. Las discriminaciones de raza, clase social y género se inventaron con ese fin. Así como anteriormente, cuando la poliandria regía el destino de las primitivas sociedades humanas, la discriminación de género, me supongo, era al revés. Las mujeres y no los patriarcas tenían un convenio directo con el, o los dioses y engendraban sus hijos. El hijo del trueno, la hija de la luna. Nosotros, los varones, no entendíamos nada y nos dedicamos a la guerra para que, las tribus vecinas, no se robaran a nuestras poderosas mujeres. No es difícil imaginar las mentiras que antaño inventaron ellas, como ellos después, para dominar a los ingenuos.