Desde es punto de vista moral, podemos afirmar que el resultado colectivo de los principios que han impulsado al mundo occidental sirvieron para inspirar un estilo de sociedad que ha logrado mejorar las condiciones inmediatas y aparentes de la vida, prolongándola y acelerándola. Haciendo vehículos cada vez más veloces, comunicaciones instantáneas, desarrollando extraordinarios avances en la medicina etc. Sin embargo, el resultado de la sociedad de consumo deja mucho que desear en cuanto a la conservación del ambiente y la preservación de la vida planetaria en su conjunto. La moral indígena, por su parte, como cultura perdedora, basada en la abundancia de recursos, se limitó a vivir pasivamente de la tierra. Fue desplazada y sus recursos psicológicos y armónicos con la naturaleza, paulatinamente olvidados. La mayoría de los aborígenes, ante la agresión ambiental, psicológica y física, de la cultura occidental, se replegó en la tierra y en la pobreza crítica, producto de su exclusión, muchas veces voluntaria, del llamado progreso (aceleración) del mundo moderno.
Desde un punto de vista ético, si penetramos en el pensamiento del mundo de la cultura originaria americana, podremos descubrir valiosos principios para salvar nuestro planeta. Para esto, debemos ejercitar la mirada desprejuiciada y libre de preconceptos para comprender la relación de estos pueblos con la tierra y su entorno. Su visión de la mujer, divergente con la visión de las sociedades patriarcales, constructoras de nuestro mundo actual. Nos presenta un horizonte de libertad desconocido para el llamado mundo occidental. Así mismo, propongo un reflexión con respecto a los principios morales y religiosos que rigen la mayoría de las sociedades europeas pasadas por el tamiz de la conciencia y de los principios universales de la tradición esotérica occidental legados en la Tabla Esmeralda.
En este sentido podemos reflexionar sobre el resultado de ambos mundos partiendo de los siete principios que, desde la más remota antiguedad, fueron considerados leyes inmutables del universo que habitamos y fundamento de toda la filosofía occidental que, luego, degeneró hasta la actividad compulsiva que hoy determina la situación planetaria.
El principio de correspondencia nos sirve para comprender algunas realidades macrocósmicas, partiendo de lo más asequible a nuestra realidad. El principio de correspondencia es la base de toda la transmutación operativa. Por correspondencia podemos entender el poder de los símbolos y su operatividad. Un símbolo tiene poder porque es una representación exacta de un plano superior. Como arriba es abajo y como abajo es arriba. La acción desde el principio de correspondencia no es arbitraria ya que no se puede romper la ley. Simplemente, se trabaja sobre esta ley para lograr objetivos causales. En una oportunidad, realizamos un encuentro, en la ciudad, con un grupo de chamanes amazónicos. Ellos realizarían un acto ritual en la Plaza Venezuela, en el medio de la ciudad. Comenzó a llover y le pedimos a los chamanes que actuaran para intentar detener la lluvia. Uno de los chamanes, pidió un cigarro. Pero antes, realizó un estudio atmosférico para determinar la dirección de los vientos y la intensidad de la lluvia. Después fabricó una nube con el humo. La nube del humo es un símbolo de las nubes de la lluvia. Con su aliento sopló en contra del viento y fue abriendo, literalmente, un espacio circular sobre la plaza. Al poco tiempo, llovía en toda la ciudad, menos en la plaza donde se realizaría el ritual. Lo que realmente ocurre es que, el chamán, tenía poder sobre su propia naturaleza, sobre el elemento aire representado en su aliento y su respiración. Para que el poder se manifieste a nivel macro-cósmico, el operador de la magia, debe tener poder sobre su propia naturaleza. Podemos utilizar leyes, para influenciar otras leyes. No podemos cambiar la leyes. Por medio de la aplicación y comprensión de este principio podemos acercarnos a la comprensión de grandes misterios ya que, como arriba es abajo. Por medo del principio de correspondencia podemos actuar sobre el principio de causalidad. En esto radica una ética del trabajo de la alquimia y de la acción. El mago o la sacerdotisa, trabajan primero sobre si mismos. Adquieren dominio sobre su naturaleza individual. Sobre el vehículo que les ha sido entregado, para penetrar después en el macrocosmos y actuar sobre el destino. Los planos físico, mental y espiritual son correspondientes.
El principio de causalidad afirma que todo en el universo es causal. No existe la casualidad. Todo efecto tiene una causa. Lo que ocurre, tal como lo hemos afirmado antes, es que cada hecho es resultado de una urdimbre casi infinita de causas y efectos, de allí que sea difícil comprender y descubrir la causas que lo generaron. El principio de causalidad es inexorable, pero es posible actuar, desde otros principios para impulsar efectos deseados. Si entendemos como lo afirma el principio del mentalismo que Todo es mente y que el universo es mental podemos entender la acción creadora de nuestros pensamientos, imaginación y de nuestras emociones. No sólo nuestra propia vida es producto de lo que imaginamos, pensamos y sentimos, sino que las relaciones del universo entero, dependen de nuestros pensamientos y de lo mentado. El mundo físico sería una especie de creación mental colectiva.
El principio de vibración afirma que todo vibra. Esto determina el acceso y la posibilidad de penetrar en los planos más sutiles de la existencia. El mundo físico y visible, está conformado por planos vibratorios más lentos y esto determina su densidad. Mientras más lento vibra un ser, más atado a la materia, en la medida que eleva su tono vibratorio, podrá ascender en la escala hacia la conciencia superior. Es la conciencia y los elevados niveles de despertar lo que determina el tono vibratorio de los seres y lo que determina la capacidad transmutadora del ser. Al elevar nuestro tono vibratorio, nos vamos liberando de las ataduras del mundo visible y podemos acceder a la polarización que es una de las herramientas de la transmutación. Es decir, podemos actuar sobre el principio de “polaridad”.
Polaridad. Este principio afirma que todo en el universo tiene su par de opuestos y que estos opuestos, en realidad, son idénticos en su naturaleza. Lo que afirma este principio es que los opuestos existen en el mundo aparente, pero que lo realmente existente es lo que une estos opuestos. El ejemplo más típico para ilustrar esto es la temperatura. El frío y el calor son aparentemente opuestos, pero donde está el límite entre el calor y el frío. Lo que existe realmente es la esencia de la temperatura. Cuando manejamos estados de conciencia elevados, y podemos modificar el tono vibratorio a voluntad, podemos actuar sobre los opuestos y polarizarnos en un lado de los opuestos. Así, la luz y la oscuridad son, en esencia, lo mismo. Podemos polarizarnos del lado de la luz, o de la oscuridad. El sufrimiento y el placer, la vida y la muerte. Eros y tanatos son iguales en naturaleza. El miedo y el valor son, en esencia, lo mismo. Es así como el cobarde puede convertirse en valiente.
El principio del ritmo también se conoce como el principio del péndulo. Todos los fenómenos ocurren rítmicamente. El conocimiento de los principios mencionados nos ayudan a penetrar en ese universo de los ciclos. Por otro lado, toda fuerza en un sentido, genera una fuerza equivalente en el sentido contrario. El o la conocedora de las leyes sabe que esto es inevitable. Utilizará sus conocimientos y su voluntad para detener, hasta cierto punto, el movimiento pendular. Buscará el equilibrio en su vida o utilizará la ley para impulsar cambios o transformaciones deseadas, con la certeza de que la ley del péndulo seguirá manifestándose. Es así como podemos inferir que todo movimiento hacia la izquierda, indefectiblemente generará un movimiento equivalente hacia la derecha. La ignorancia de este principio es la razón de los impulsos causales que tantas tragedias y persecuciones ha vivido la humanidad. Los rígidos principios morales de algunas sociedades son causa de reacciones extremas. La represión es semilla del desenfreno y el desenfreno es la semilla de la represión. Después de la dictadura católica de Franco vino el “destape”. Lo que no ofende la ley es natural y el equilibrio suele ser más sano que la represión.
El principio del Genero afirma que en toda manifestación existen los principios masculino y femenino. En todos los planos se manifiesta el género. La ciencia ha llegado a referirse a la composición atómica ya no como positivo y negativo, sino como actividad atómica masculina y femenina. El protón es estable y se le considera masculino. Las partículas femeninas giran en torno al protón y generan gran actividad creativa y generatriz. La comprensión y aceptación del principio del género, más allá de las culturas patriarcales, nos enfrenta a una moral igualitaria. No discriminadora y libre que trasciende la tradicional moral religiosa y otorga al género femenino su verdadero lugar en los procesos creadores, transmutadores y transformadores de la especie. Un alquimista era inconcebible sin su soror. Los procesos de transformación alquímica y, por ende, evolutivos son imposibles sin la participación y el conocimiento del principio de generación. Este principio, como lo he dicho antes, encarna la fuerza de la vida y es en el genero mental, donde se manifiesta el poder regenerador de lo que se suele denominar Dios o el G:.A:.D:.U:.. No hay alquimia sin tomar en cuenta todas las leyes y principios que rigen el universo. Nada escapa a la ley. Ningún proceso escapa a los siete principios enumerados que redundan en el poderoso mentalismo.
Como veremos, los principios religiosos rígidos, las supersticiones y los tabúes religiosos del catolicismo o de cualquier índole, limita la acción creadora. Sin embargo, el Chamán que conoce la ley de la naturaleza y domina su propia naturaleza interna, estará más dotado para la comprensión del mundo y para su preservación que el hombre occidental simplemente docto. O que el fanático religioso, moralista y pervertido, alejado del conocimiento verdadero de la naturaleza y sus leyes, aquel cuya fe está al servicio del poder terrenal, o que pretende ser el dueño de la verdad y de toda moral. Por eso, pienso que la ética es la herramienta del hombre libre. Es el apego a la moral de la naturaleza lo que legitima la acción. No es la iglesia romana o la musulmana o la judía o el qué dirán.
Cuando se habla de moral, hay que pasar esa moral por el tamiz de la conciencia y de las leyes enunciadas. Los prejuicios religiosos y culturales pueden llevarnos a ceder, por temor, ante costumbres inhumanas y vivimos quizás en una sociedad donde lo que se acostumbra puede ser enfermo y pervertido. Basta con mirar un rato la televisión y corroborar que vivimos en una sociedad enferma cuyos valores, casi siempre, están reñidos con la ley de la naturaleza. No hay fórmula para actuar de acuerdo a la moral de la naturaleza. El hombre libre está en el deber de reflexionar profundamente lo que plantea un mundo enfermo y miope. Claro, esto requiere de cierto denuedo. La historia de la humanidad y de sus verdaderos sabios está llena de ejemplos de persecuciones y crímenes perpetrados por los moralistas del momento. Me limitaré a recordar los casos de Giordano Bruno, Galileo, Jaques de Molay, Henrique Cornelio Agrippa y los miles de asesinados y perseguidos por la Iglesia romana en el País Cátaro y por la Santa Inquisición en todos los rincones de la tierra donde llegaron sus tentáculos. Y antes, Sócrates, acusado de ser corruptor de la juventud ateniense. Todos perseguidos, juzgados y, en muchos casos, asesinados en nombre de la “moral”. Así que cuando hablemos de moral, intentemos definir si esa moral a la cual nos referimos, es la de la naturaleza o la moral profana, cambiante, acomodaticia, dependiente de la costumbre de una época o de un espacio. O si nos referimos a una ética basada en nuestra actitud reflexiva y acorde con las verdaderas leyes de la naturaleza. Actuar así requiere valentía y conocimiento. No hay fórmula. No es una actitud colectiva, sino profundamente individual. Cuando un hombre libre escucha la palabra moral, debe ponerse en guardia ya que podría estar frente a algún “caballo de Troya” de alguna inquisición, de alguna persecución o posible genocidio fanático y fundamentalista.