NAMRÁ EL INMORTAL

Por Nicomedes Zuloaga P. (Armán Arkaúm)

No es una narración fantástica sobre el mito cristiano, pretende describir un periplo de reencarnaciones históricas que muestran el camino del crecimiento paulatino y la verdad.
La historia que voy a relatar es una historia secreta. Se trata de la historia secreta de mi historia. He vivido en todos los continentes. Recuerdo todavía las otras dos lunas de la tierra, en una época tan remota que, los grandes monumentos de la tierra de Mú, conservan sólo una lejana semblanza con la grandiosidad y el prodigio que asombró a las civilizaciones olvidadas. Sé donde se encuentran esos vestigios. Los he visitado recientemente. Mi recuerdo es tan largo que, ni siquiera, me queda nostalgia al reencontrarlos. Se trata de una enseñanza que está oculta en los archivos de la eternidad y que representa la base de toda salvación. Es el camino que puede dirigir, al que busca la verdad, por una senda que sólo se puede transitar en el silencio de las profundidades del ser.
Esta narración está íntimamente ligada a la historia de la piedra. Piedra de las construcciones enormes de la Atlántida, piedra filosofal de los alquimistas medievales, piedra grial, piedra pulida de los iniciados masones, piedra, como símbolo del trabajo de regeneración del espíritu humano. En estas líneas está descrita la vida de un custodio de los misterios. De los caminos que debe recorrer el buscador de la verdad para limpiar las asperezas de su personalidad hasta que esta muera definitivamente, dando paso al verdadero hombre. Al que llegó de las pléyades, cuya estrella central, Alción, ya baña nuestro sistema solar con su cinturón de fotones, portando el secreto de lo humano. Las líneas están escritas para el verdadero buscador que, en su mundo interior, lleva la esencia de la luz de estas estrellas con las cuales se reencuentra en estos años.
El Grial es un talismán poderosísimo que dio origen a leyendas, religiones y reinos. En estas páginas el buscador del Grial encontrará el camino de regeneración, para incorporarse a la búsqueda de la vida eterna.
Todas las acepciones de la búsqueda tienen, en el fondo, el mismo sentido y simbolizan un proceso de superación individual, de limpieza del alma y de santidad. Este concepto, no deja de ser un símbolo de realidades más terrenales y más al alcance de todos aquellos que estén dispuestos a buscar la verdad, más allá de las limitaciones impuestas por los prejuicios culturales y científicos de una humanidad que, en comparación con los seres verdaderamente evolucionados, se encuentra en pañales.