Los vigías , Cacao

Cacao, dorado como el sol caminó por la selva eterna. Conocía el canto de los arrendajos, del piapoco y del tucán, conocía el vuelo de los veloces cernícalos como el gavilán primito, había comido el corazón palpitante del águila harpía, volaba sobre la inmensidad verde y, desde la altura, conocía los misterios del mundo. Cuando caminaba por la sabana, hablaba el idioma de los alcaravanes y así, aprendía la vida, desde abajo, o desde arriba. El tucusito, pájaro de la magia y del amor, le enseño el sabor de la dulzura y a volar de flor en flor. Transitaba por caminos invisibles siguiendo el sueño del regreso. Le habían hablado del horizonte y de la existencia del mar. Desde la montaña, asombrado, observó el océano y la interminable línea del fin del universo. Se sentó en el risco y decidió quedarse allí a mirar el carite saltar sobre las olas. El hombre del cacao trajo su semilla, según dicen de las pirámides truncas del norte, o del más antiguo y misterioso sur y la plantó a la sombra de los añosos árboles y sembró también, con el cacao y con su mujer de arcilla, su prole pescadora.

 

image

Un comentario sobre “Los vigías , Cacao”

  1. Fecunda y variada la obra de este artista, ciudadano del mundo, o COSMOPOLITA lo que prefieras.
    Ahora vivo en Barcelona, en donde siento que descubro en mí a un catalán que adoptó de buena gana muchas de las costumbres y formas cotidianas de ver las cosas.
    En esta ciudad me he encontrado con una arquitectura que mezcla lo antiguo con lo muy moderno, siendo Barcelona un centro tecnológico mundial muy importante.
    Esta ciudad sería ideal para Nicomedes, poseedor de una mente y capacidad superiores: ¿por qué no evaluar eso?

Dejar un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.