EL BOSCO

Por: Nicomedes Zuloaga P. (Arkaúm)

Prácticamente todos los grandes maestros del Renacimiento  fueron iniciados en diferentes escuelas esotéricas de la época. Como se trataba de sociedades secretas,  no es fácil el seguimieno para descubrir exactamente a cuales pertenecían, ni a qué obediencia respondían. Sin embargo, en la gran mayoría de sus trabajos podemos descubrir sus conocimientos de alquimia, la ciencia espiritual pagana.

Voy a  centrar esta reflexión sobre dos grandes Maestros. Gerónimo Bosch ¨El Bosco¨ y Leonardo Da Vinci. Gerónimo Bosch nació en 1450 y murió en 1516, Leonardo Da Vinci nació en 1452 y murió en 1519. Contemporáneos, dotados de gran talento que nos legaron, por medio de sus obras maestras, una tradición oculta. Tradición que sirve al verdadero buscador de la verdad, para encaminar sus pasos hacia  un camino de crecimiento, despertar y evolución espiritual.

Ambos maestros, nos han dejado en algunas de sus obras, claves imperecederas de sabiduría. Trataré someramente el caso de ¨El Jardín de las Delicias Terrestres¨ de El Bosco y ¨La vírgen de las Rocas¨ y ¨la Cena¨ de Leonardo Da Vinci.  Obras estas que sirven para plasmar simbólicamente un proceso alquímico o de transmutación de lo denso de nuestra alma en elementos sutiles.

La alquimia, a parte de la “precipitación” o el proceso de “materializar” y extraer del modelo universal piedras preciosas o de transmutar metales viles en oro, pretendía la transmutación de los elementos densos de nuestro mundo interno en formas depuradas, ligadas al mundo celestial.

La palabra Alquimia tiene su origen en AL Kemit, o país de la tierra negra, como se conocía en la antiguedad a Egipto, en contraposición al desierto, o país de la tierra roja. En occidente, desde el valle del Nilo, recibimos esa tradición originaria que nos han legado las culturas que se relacionaron con los sabios sacerdotes de los templos Egipcios. Me refiero particularmente a las tradiciones de los hebreos y de los filósofos Griegos que nos legaron las doctrinas herméticas y sus principios heredados de los ritos isíacos y osirianos. Hoy hablaremos sobre el Jardín de las Delicias Terrestres del Bosco.

 

EL JARDIN DE LAS DELICIAS
Como sabemos, la ¨obra maestra¨ se refería, en la época de la masonería operativa, a la obra presentada por los compañeros ante la asamblea de maestros. Era, por decirlo así, el trabajo logial para acceder a ese sublime grado. El ¨Jardín de las Delicias¨ nos indica el objeto iniciático de la obra y es muy probable que se tratase de su “obra maestra” o de la obra que presentó ante la “asamblea de maestros” para acceder a ese sublime grado y al “salario” correspondiente. Su simbología alquímica es indudable, aunque, como toda la obra iniciática de la época, se disfraza con el simbolismo de la cultura imperante y de la tradición de la Iglesia Romana.

El Bosco pertenecía a una sociedad secreta denominada “Los Hermanos del Libre Espíritu” que a comienzos del siglo XV se difundió en Alemania y los Países Bajos, donde nació el Bosco. Se trataba de una sociedad de “adamitas” que, por medio de la sexualidad consciente y de una transformación voluntaria y deliberada, pretendían purificar los elementos transmutandolos hasta devolver al hombre y a la mujer su puereza original, es decir, el retorno al ser adámico. Muchas sociedades y sectas adamitas proliferaron en la Europa medieval y renacentista. Los cátaros, con sus iniciaciones del “amor cortés” los “Fidele da amore” y muchas otras sectas podrían ser calificadas como adamitas así como otras que se han hecho famosas últimamente de dudosa factura.

En la obra, el tríptico que se encuentra en el Museo del Prado, se observan tres paneles: «El Infierno musical» a la derecha, «El Jardín de las delicias» en el centro, «El Paraíso terrenal» a la izquierda. El tríptico, abigarrado de imágenes, es una muestra del conocimiento de la alquimia y de sus procesos.

Panel derecho (la tierra):
El panel derecho representa el llamado infierno musical. Está definido por la penumbra y la oscuridad. Representa el mundo de las pasiones desenfrenadas y se refiere al dominio del elemento tierra, regido por el aparato digestivo. Centro de los instintos. Vemos imágenes de estómagos y seres cuyas pasiones los “devoran”. Lo pasional rige el “nigredo”  aparecen también imágenes ovoides donde la mujer aparece tentada por figuras negras. Allí se presenta la etapa de nigredo en la alquimia.

Los alquimistas consideraban que este descenso era el punto de partida de la obra. Una especie de viaje al interior de la tierra como el famoso VITRIOL de las iniciaciones masónicas. Un viaje hacia el interior de nuestra caverna. Un sendero de autoconocimiento y aceptación de nuestras miserias y debilidades. De reconocimiento de lo pasional como todo aquello que nos domina y nos subyuga desde afuera, de la esclavitud. Es decir el descenso al infierno y a la desintegración, la putrefacción y la muerte. Pero al final ¿Cual muerte? Con este descenso “desvelador” que nos muestra las oquedades internas, se persigue también, al iluminar la caverna, la desintegración y muerte de la personalidad profana e inconsciente que dará paso a la nueva vida. A la vida del hombre despierto y libre de las ataduras de las pasiones desenfrenadas.

Las imágenes de este panel son escalofríantes. Muestran la oscuridad del animal que habitamos y que siempre está en pugna con la conciencia y con el trabajo ascendente de transformación y evolución. Al asumir nuestra oscuridad, también podemos vencerla. Tal parece que el desconocimiento de nuestros infiernos internos es la esclavitud verdadera. El Bosco y la alquimia pretende sumergirnos en el lodo de nuestra pasión, para liberarnos del lodo mismo. La semilla de la luz se encuentra en el fondo de la putrefacción de los implantes que la sociedad mundana lanza sobre la luz para opacarla.

Panel central (el agua):
El albedo o etapa blanca, de purificación y sublimación. El panel central muestra parejas en actitud sexual dentro de esferas ovoides transparentes. Estas imágenes están bañads por una luz agradable y matinal. Representa el acceso a una sexualidad consciente y emocionalmente depurada. Estos seres dedicados a los placeres sexuales son el símbolo de la unión del azufre y el mercurio. La coniuntio de los alquimistas. Es de esa unión de los opuestos alquímicos de donde nacerá, después, el oro filosófico o la piedra filosofal. En ella se representa la formación del llamado huevo hermético.  Allí se nos muestra, simbólicamente, el camino alquimico que estamos por recorrer. En la obra se  presentan las llamadas bodas alquímicas, el matrimonio del sol y de la luna, o del rey y la reina. De esta unión nacerá un ser, un nuevo ser andrógeno. Espiritualmente reconstruído. Aquel que podriamos llamar un ser completo. El ser adámico. Nos recuerda este proceso, la carta del juicio del Taroth.  El regreso a la unidad.

Esta unión que en la alquimia secreta debe realizar el iniciado con su pareja, le devuelve su energía y su verdadera valía espiritual. Es importante aclarar que esta unión, para los antiguos alquimistas, estaba unida a la muerte, a la muerte iniciática. Se trata de la unión del espíritu solar representado por el hombre y del alma cuya portadora es la mujer. Es casi imposible encontrar algúna imagen antigua que no represente siempre al alquimista con su “soror”. Su pareja iniciática. Desde un punto de vista simbólico el verdadero “atanor” del alquimista es el útero de la naturaleza. Es allí donde se realiza el milagro de la creación. No debemos olvidar que la naturaleza del hombre es la mujer.

Por otra parte, el jardín de las delicias, concretamente el panel central, nos muestra el coito dentro del agua, tal como lo representaban los antiguos alquimistas. (la carta del Juicio que antecede al Mundo que es la realización definitiva en el Taroth iniciático). Recordemos que el elemento agua, desde la tradición alquímica hermética, representa la emoción. Allí vemos otra clave maestra para comprender esta magia renacentista. La unión debe realizarse con la participación de la emoción sublime. Emoción consciente y depurada.

Vemos que como corolario central de la obra, aparece el alambique. Es allí donde se colocan, a fuego lento, los elementos de la cocina alquímica. Recordemos que el elemento fuego tiene su centro en los órganos genitales y representan, no sólo el elemento procreador, sino el de la creación. La energía sexual es la energía de la vida, por lo tanto, la energía creadora de todo lo que existe. Es la manifestación del Dios (todos los templos del hinduismo tienen en su lugar sagrado el “Lingam” representación sublime del Dios, energía creadora).

Es, por medio de este trabajo como el Dios que vive en el hombre se manifiesta. El alambique es también el útero de la mujer en el cual trabaja el mago para fabricar la piedra filosofal. El huevo es también una representación de esa matriz o matraz. Recordemos que se trata de descubrir los secretos de la naturaleza y de sus leyes. La naturaleza del hombre es la mujer. No hay conocimiento posible para el hombre sin la participación de la mujer. Ella, como eterno femenino representa a la señora de los misteros de la nauraleza. La que vela, o desvela, esos misterios. Si tomamos en cuenta que, desde el punto de vista de la tradición, el cerebro de la mujer es masculino y el del hobre es femenino y el hombre es instintivamente activo y la mujer pasiva. Podemos intuir el mensaje de los alquimistas en cuanto a la consecución de la piedra filosofal. En el opúsculo anónimo titulado Ludus puerorum (juego de niños) se nos indica: «Es en el huevo o vaso de los filósofos donde nuestra piedra debe ser situada, a fin de que por el fuego y el arte sea perfeccionada».

«Conoce la medida o el grado del vaso o huevo de nuestra obra, porque el vaso o huevo es la raíz y el principio de nuestro magisterio. Y este vaso es como la matriz en los animales, porque en ella engendran, conciben y nutren igualmente la generación. Por ello, si el vaso de nuestro magisterio no es conveniente, toda la obra es destruida y nuestra piedra no produce el efecto de nuestra generación». Afirma otro opúsculo alquímico. La clave para la comprensión de los procesos de la alquimia está en el conocimiento del simbolismo originario. Muy particularmente el simbolismo de los elementos y la comprensión de los siete principios.

Por otra parte, «. Burckhardt afirma «El verdadero atanor, el utilizado para la obra mayor, es el cuerpo humano y por consiguiente una imagen simplificada del cosmos. Lo más importante del horno-atanor-huevo, es el fuego. El fuego representa la fuerza erótica que debe ser excitada y dominada para provocar la concentración interna. Se comprende por qué los alquimistas previenen siempre contra el fuego demasiado vivo o inconstante. El fuego es avivado por una corriente de aire que circula en el interior del horno. Ello indica la importancia de la respiración regulada del cuerpo humano. En el interior del cuerpo humano el recipiente-huevo se localiza en el plexo solar. Para un arte espiritual se debe hacer del cuerpo la base metodológica».

Del alambique situado en el Jardín de las Delicias, sale el agua mágica, rejuvenecedora. Se trata del agua pura que llena el lago del jardín del edén. Es allí donde renace el ser edénico. Una vez que las aguas han sido purificadas por el fuego de la energía creadora voluntaria y consciente.

En toda la obra de Jerónimo Bosch está presente el proceso de sublimación de las pasiones. Sublimación que se realiza en el atanor del cuerpo avivado por el fuego. En el panel central del Jardín de las Delicias se establece claramente que se asciende por medio de la unión del sexo y la emoción sublime. El agua siempre simboliza el mundo emocional y los sentimientos. Este Jardín central representa el ascenso por tres lagos de aguas cristalinas en los cuales se depura el ser hasta llegar a la parte superior en cuyo lago se encuentran los atanores que producen el agua purificada o el oro potable.

Panel izquierdo (aire):
RUBEDO etapa en la cual se manifiesta la piedra filosofal. El aire representa la imaginación y el mundo de lo mentado.

En el panel izquierdo se ha trascendido la sexualidad y se ha sublimado la energía creadora. Representa el regreso al paraíso terrenal. A la paz y la perfecta armonía de la unión con el todo. Se trata del regreso a la unidad y al conocimiento. Todo en la composición está en perfecto orden. Al centro están las aguas prístinas y un solo atanor. Al centro de los seres adámicos está representado el Dios. Ls colores del Rubedo se manifiestan. Es la carta del Mundo en el Taroth y la realización.

El elemento fuego, la energía creadora está presente a lo largo de toda la obra.

El huevo cósmico:
En la parte posterior del tríptico. Al cerrarlo, vemos una representación del huevo cósmico y una representación de la «Jerusalen celeste». Símbolo de la perfección de la humanidad espiritualizada. De la cúspide de la evolución.