LA AVENTURA DE CRECER

Por Nicomedes Zuloaga P. (Arkaúm)

Existe un mito bastante arraigado en el sentido de que el crecimiento y la edad son cosas que van de la mano. Es decir que se crece a medida que el niño se hace mayor y, en cierta medida, que seguimos creciendo hasta hacernos viejos. Nada más lejos de la realidad. Cuando el niño nace es pura esencia. Tal como lo afirma el escritor y filósofo chileno Baines, desde la más tierna edad comienza aun proceso de programación educativa inconsciente. La educación memorística empieza a limitar el crecimiento de lo humano y, por decirlo así, se detiene el verdadero proceso de crecimiento esencial y consciente del ser. Debemos considerar que sólo el crecimiento por medio de un aprendizaje consciente es crecimiento verdadero. Ese gigante del pensamiento que es Baines, no muy aceptado aún por el mundo académico, explica este proceso de la conciencia desde la ciencia hermética. Antes, a principios del siglo 20 fue Bergson quien desarrolló el tema de la conciencia desde un punto de vista más académico, pero menos universal. Y aún antes, fue Rousseau en el Emilio quien intentó explicar el crecimiento esencial afirmando que el hombre debía crecer y permanecer, esencialmente, en lo que llamó su “estado de naturaleza”. Visión, por cierto, contrapuesta a la de Hobbes en el Leviatán. Nosotros, en Venezuela tenemos otro mentor y defensor de la educación, desde la esencia en Simón Rodríguez que, por medio de la educación de Bolívar y las experiencias en Chuquisaca (Bolivia) y en Latacunga (Ecuador) demostró la eficacia de una educación no memorística y, en su lugar, vivencial.

Si partimos de la base que todo aprendizaje es mecánico, salvo un porcentaje infinitesimal del mismo. Que, como lo hemos expresado en reflexiones anteriores que pueden releerse en el Blog Arkaum-esoterismo.blogspot.com, delimita toda nuestra capacidad para acceder a la vida real, a la libertad y al pensamiento desprogramado. Si consideramos que todo aprendizaje cultural, académico, en realidad refuerza los mecanismos inconscientes y nos convierten en dóciles ovejas operativas para mantener el statu cuo. La estructura política, social y religiosa tal cual como está, debemos suponer que nos encontramos ante un drama descomunal. Si a esto añadimos que, los medios de comunicación han adquirido una sofisticación impensable para la humanidad del siglo diecinueve, por ejemplo, que la televisión, la publicidad, la “HD” y la “tres D” invaden nuestros espacios mentales con infinitos mensajes. Llegaremos a la conclusión, con más razón que el Sr. Gurdieff hace cien años, que toda nuestra vida está regida por mecanismos inconscientes. Pensamos que actuamos con libre albedrío, que tenemos cierta independencia al tomar decisiones y que podemos optar. Sin embargo, esa posibilidad es realmente remota. En vista de esto, tal como lo afirman las tradiciones originarias de oriente y occidente, el único camino de crecimiento es despertar de este sueño y hacernos dueños de nuestro propio crecimiento. Me refiero al verdadero crecimiento. No al envejecimiento del cuerpo y al reforzamiento de dogmas impuestos en estado de ensueño. Mientras más “estudia” el académico, aunque cree que piensa por si mismo, más podría esclavizarse al sutil sistema hipnótico que rige a la humanidad entera.

Despertar significa entonces romper con estos mecanismos que, aunque no lo sepamos en el estado habitual de conciencia, nos han sido impuestos. Implantados desde nuestra tierna infancia. Ninguno de nosotros escapa a esta realidad. Pero romper con estos mecanismos y despertar, requiere de una gran valentía. Se necesita denuedo para decirle al mundo, voy a ser un individuo. No voy a nadar con la corriente sin antes tener la certeza de que soy yo el que nada libremente. Una buena manera para despertar es intentar nadar contra la corriente y sentir así el flujo enorme de ese río inconsciente de sonámbulos que quieren llevarnos por el cauce hacia abajo, con la ilusión de un cielo después de la muerte, para los que estén dispuestos a ser ovejas y se dejen guiar al matadero. Hacernos dueños, responsables de nuestra vida y de nuestras decisiones, despertar, es la única posibilidad de alcanzar, en cierto modo una medida de libertad verdadera. El libre albedrío empieza con esa decisión arriesgada y sublime. Hay que empezar por pensar con libertad. Una manera como podemos experimentar esto es por medio de la meditación y sus técnicas. Descartes, en su momento, pensó que había que dudar y no le faltaba razón. Pero hay que ir más allá. Debemos elevar nuestro nivel habitual de conciencia ya que, de lo contrario, nuestros pensamientos, por más profundos que sean serán mecánicos. El que desea ser libre se atreve a “remar solo”. Esto asusta mucho a la gente. Nuestro animal humano es gregario. Solo, en este desierto contemporáneo, piensa que moriría de hambre, tal como le ocurría en la era de las cavernas cuando tenía que atacar a un mamut. Sin embargo, para saltar hacia el conocimiento de la eternidad hay que atreverse a remar. La historia está llena de seres que remaron solos y llegaron a niveles impensables de felicidad en comparación con los hombres comunes. No existe una fórmula precisa para aprender a remar en soledad. Lo que está claro es que se necesita valor. Sidharta era un príncipe y abandonó su palacio para convertirse en mendigo. Su maestro era un humilde remador que llevaba a los viajeros a cruzar un río. Cristo remó solo y pidió a sus seguidores que abandonaran todo. Lo crucificaron, pero el sabía que esto debía ocurrir y, desde mi punto de vista, su acción lo convirtió en Dios. No al revés. Fue un proceso parecido al de Sidharta Buda. Baruch Spinosa, también un judío como Jesús fue despreciado y repudiado por toda su comunidad porque decidió “remar solo”. Se atrevió a cuestionar los conceptos de dios que tenía su tribu. Es decir, su familia. Más recientemente, ese gran hombre, pensador y filósofo del amor que fue Krishnamurti también, al final, abandonó la apoteosis que pretendían sus seguidores y les dijo, remando solo, que solamente era un hombre que se atrevió a ser y pensar libremente.

Todo indica que, quizás, mi misión en esta vida no es hacer la vida más cómoda y llevadera para nadie. No estoy aquí para decirles que sigan viviendo tranquilamente en su sueño. Parece que, después de todo, estoy algo despierto, no mucho, pero mi misión es decirles que todos podemos despertar. Para eso hay que vencer el miedo, el terror. El miedo a la soledad. El miedo a la reacción de la tribu. El miedo a la opinión ajena. El miedo a la familia que es el tentáculo del demonio del sueño. Sólo se despierta dividiendo, no uniendo. Se que este planteamiento radical es peligroso. Pero honestamente pienso que esa “base de la sociedad” la familia, no es la mejor opción para los valientes que deseen despertar ya que en esa institución radica la programación temprana y permanente de la sociedad. Mi idea es que el verdadero humano debe convertirse en individuo. Para eso debe separarse. No le digo a nadie la manera como debe realizar esto. Sólo digo que estoy en contra de que una persona que desee ser libre, se deje manipular por las pretensiones familiares de cualquier tipo pues esta cumple con una función bien clara: Mantener el sueño de la humanidad y llevarlos tranquilamente por el camino del despeñadero humano. Es duro afirmar esto puesto que, a primera vista, es un argumento subversivo. Y lo es. La familia es el primitivo refugio del animal humano atemorizado por las bestias feroces. Entre otras bestias, los mismos animales humanos. Toda la programación inconsciente se siembra en el seno de la familia. Esta manipula a sus miembros con algo que, de manera perversa, denomina amor. Un anti-amor condicionado. Ese pretendido amor es lo contrario de lo que debe ser ese estado de ser. Que se refiere más a la felicidad y libertad plena para todos. Estado de paz en el cual el que ama no pide nada a cambio.
La familia, tal como está concebida y conformada por seres inconscientes, en términos generales, no está basada en el amor, sino en la explotación psicológica, emocional y, a veces, material de sus miembros. No quiere decir que todas las familias se comporten de esta manera, pero, casi siempre, es así. Exigen de sus miembros una uniformidad de pensamiento y de acción. Uniformidad en las creencias religiosas y obligatoriedad en puntos de vista que no admiten discriminación. Todo esto nos señala en una dirección: esclavitud. Por lo general, en las sociedades patriarcales occidentales hay un macho que es el tirano. A gritos y a base de maltratos psicológicos y, a veces, físicos, determina hacia donde va el barco familiar cuyo norte no es otro que el lugar común y la desintegración de lo poco humano que le va quedando al niño y al joven o la joven.

El hombre o la mujer despiertos. Verdaderamente adultos, viven dentro de la sociedad con criterio. Son respetuosos de los miembros de la tribu, de sus decisiones. No pretenden imponer por la fuerza puntos de vista y saben que hay infinitas maneras de ver la realidad. No pretenden amedrentar a los demás miembros de la familia, les ayudan a liberarse de sus miedos y temores y les impulsan a subirse a su propio barco, con denuedo, sin miedo. Ahora bien, no se trata de enfrentar al mundo, sino de descubrir su estructura para escapar de la esclavitud y vivir en libertad. A veces hay que enfrentar al tirano. Ese tirano suele ser un implante que está dentro de nosotros mismos. Por alguna razón el mundo siempre está distrayendo nuestra atención señalando algún tirano externo, cuando el primer tirano está en esa programación cultural, en ese implante hipnótico e irracional.

Es importante, sin embargo, aprender a mantener una actitud interna libre de prejuicios. Observar los mecanismos de los demás y, con tolerancia y comprensión tratar de guiarlos hacia niveles superiores de conciencia, gratitud ante la vida y libertad, siempre que no se nos imponga por el miedo un estado de cosas inaceptable, inicuo, poco ético e insostenible. En ese caso hay que enfrentar la barbarie con firmeza y sin violencia. Vencer el miedo y, como Baruch Spinosa, atreverse a vivir en soledad. O imponer el respeto en el núcleo familiar o en la tribu de la cual se forma parte.

La película Matrix es un buen ejemplo de cómo funciona este mecanismo de manipulación en el cual el que duerme cree estar despierto. Ese computador tiene sus componentes para mantener el sueño. Sólo algunos que han despertado pueden guiar a los demás en ese camino de despertar, pero se trata de una acción, en cierta forma, subversiva. El orden establecido mantendrá sus hilos de ensueño hasta las últimas consecuencias. Despertar es una tarea descomunal ya que todo en la vida conspira para que sigamos durmiendo de acuerdo a las pautas impuestas, desde el hogar, por las religiones, medios de comunicación, coacción política y otras formas de manipulación y de poder.

Si logramos neutralizar esos mecanismos inconscientes y podemos detener la máquina del pensamiento, llegaremos al vacío y al despertar al cual me he referido en esta reflexión. Nos acercaremos a la unidad y con esa unidad experimentada a eso que debe ser el verdadero amor. Amor en el sentido de simpatía, fuerza que el filósofo Hume pensaba era el motor de la humanidad. Pero me refiero a una simpatía que está más allá de la materia visible y es, también, verdadera compasión. Descubriremos que el amor es compasión y simpatía total. Aún con esos seres dominados, instrumentos del sueño ya que en ellos, también hay una chispa que quiere ser. Pero es difícil despertar a toda una familia o a una tribu. A veces es mejor retirarse. Recurrir a otras herramientas para salirse de ese mecanismo perverso. El reloj no quiere despertar. Quiere seguir su ritmo y difícilmente abandonará su tic tac. He conocido en mi vida hombres y mujeres inteligentes y algunos valientes que jamás se atrevieron a salirse de esa máquina del tiempo que determinó sus vidas. Quizás me equivoco. No lo creo. Sidharta, Buda, Krishna, Jesús, los cátaros, Spinosa, Nietzche, Krishnamurti y el Dalai Lama serían esa mayoría.

La familia del siglo XXI debe formarse entre seres libres y despiertos. Quizás serán enfrentados, como ocurrió durante las herejías, perseguidos y quemados. Quizás no. Dicen que se acerca el final de una era. Que penetramos en el cinturón de fotones de Alción y algunos afirman que esos fotones, que no tienen masa, son la sutil materia de la conciencia. Como todo es mental, es bueno ser optimista aunque la humanidad, por ahora, no da muestras de sensatez. Pretende mantener los mismos moldes que la llevaron hasta esta playa cósmica donde ha encallado. Con los mismos fanatismos religiosos y persecuciones, con la misma intolerancia, con los mismos mecanismos, temores y horrores del cavernícola. Ese cavernícola que, el que despierta descubre asombrado ya que cada bruto es nuestra propia sombra. Vive en el mono que habitamos. En el que sólo ha crecido desde lo externo. Es la piedra bruta del humano que podemos llegar a ser.

ARKAÚM

Un comentario sobre “LA AVENTURA DE CRECER”

  1. Jiddu Krishnamurti y las Organizaciones.

    «Quizás recuerden ustedes la historia de cómo el diablo y un amigo suyo estaban paseando por la calle cuando vieron delante de ellos a un hombre que levantaba algo del suelo y, después de mirarlo, se lo guardaba en el bolsillo. El amigo preguntó al diablo:

    «¿Qué recogió ese hombre?» «Recogió un trozo de la Verdad», contestó el diablo. «Ese es muy mal negocio para ti, entonces», dijo su amigo. «Oh, no, en absoluto», replicó el diablo, «voy a dejar que la organice».

    Yo sostengo que la Verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ninguna secta. Ese es mi punto de vista y me adhiero a él absoluta e incondicionalmente. La Verdad, al ser ilimitada, incondicionada, inabordable por ningún camino, no puede ser organizada; ni puede formarse organización alguna para conducir o forzar a la gente a lo largo de algún sendero en particular. Si desde el principio entienden eso, entonces verán cuan imposible es organizar una creencia. Una creencia es un asunto puramente individual, y no pueden ni deben organizarla. Si lo hacen, se torna en algo muerto, cristalizado; se convierte en un credo, una secta, una religión que ha de imponerse a los demás. Esto es lo que todo el mundo trata de hacer. La Verdad se empequeñece y se transforma en un juguete para los débiles, para los que están sólo momentáneamente descontentos. La Verdad no puede rebajarse, es más bien el individuo quien debe hacer el esfuerzo de elevarse hacia ella.

    Ustedes no pueden traer la cumbre de la montaña al valle. Si quieren llegar a la cima de la montaña, tienen que atravesar el valle y trepar por las cuestas sin temor a los peligrosos precipicios. Tienen que ascender hacia la Verdad, esta no puede «descender» ni organizarse para ustedes. El interés en las ideas es sostenido principalmente por las organizaciones, pero las organizaciones sólo despiertan el interés desde afuera.

    Fragmento del discurso de disolución de la La Orden de la Estrella de Oriente. (2 de Agosto de 1929)
    http://seaunaluzparaustedmismo.blogspot.com/

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