¿Y SI TODO ES MENTAL?

Por Nicomedes Zuloaga P. (Arkaúm)
Si partimos de la base que Todo, en este universo, tiene una calidad mental. Todo existe en la mente del todo, tal como lo afirma el principio del mentalismo, entonces debemos suponer, al menos, la tremenda potencia que tienen los pensamientos, vengan de donde vengan. Cuando el pensamiento es afirmativo y, además, tiene detrás la fuerza de la palabra, este pensamiento está destinado a producir resultados positivos en la vida de aquellos a quienes está directamente dirigido este pensamiento y, por añadidura, ya que no existe el vacío en el universo, en la totalidad del “infinito universo y los mundos”. Si los pensamientos y las afirmaciones son negativos, podemos suponer lo contrario.
Todos podemos experimentar e inevitablemente experimentamos esto. Si me conecto con los pensamientos negativos, una danza de emociones negativas se dispara en mi mundo interior. Si me engancho a estas emociones, por otra parte, también se disparan ideas y pensamientos nefastos.
Un tema interesante es analizar el verdadero origen de nuestros pensamientos. Descubriremos que, en su mayoría, se originan en creencias, temores, o terrores, de acuerdo a las circunstancias. He observado con detenimiento el origen de mis emociones y de mis pensamientos. Es un ejercicio interesante descubrir los disparadores de las ideas y pensamientos.
Afirmamos que un altísimo porcentaje, si no la totalidad de nuestras ideas, comportamientos, emociones, instintos y acciones están determinadas por causas externas y absolutamente mecánicas. Se trata de implantes hipnóticos que se han convertido en modelos de pensamiento que, de manera más descarnada, podemos llamar dogmas. Estos dogmas tienen un arraigo profundísimo en nuestra psíquis. Tan profundo que la humanidad muestra un caleidoscopio de obras de arte, escritos, filosofías, historias, morales y éticas, basadas en estos “modelos” me refiero a todo ese gran engranaje que podemos denominar cultura y que es tan variado como el mundo.
Lo curioso de este gran mecanismo de relojería es que se nos muestra como “lo real”. Más aún como la única alternativa de la realidad. Cualquier cosa que escape a lo material o cultural, queda descalificado y apartado. El dogma también suele ser racionalizado hasta el infinito. Las sociedades, desde el origen de los tiempos, han diseñado leyes, implementos de tortura, hogueras, guerras, conquistas y crímenes de toda índole, con el objeto de implantar sus “muy razonables modelos”.
El dinero es uno de los elementos que desatan la ilusión de la realidad e impulsan la sensación de la importancia personal que, por lo general, es inversamente proporcional a la verdadera valía en el mundo espiritual. Mientras más importante se siente una persona, suele ser menos valiosa desde el punto de vista interno. La mayoría de “los poderosos” salvo honrosas excepciones, son importantes en el mundo visible y enanos en el mundo espiritual. La “gente bonita” suele ser también la más espantosa, si existiera un espejo, como el de la reina de Blanca Nieves, que mostraba la calidad espiritual del que se mira, la mayoría de la “gente bonita” que llena su vacío interno con cosas materiales, se asombraría de la imagen monstruosa del espejo.
Todas las formas de fanatismo religioso y político, todos los racismos, clasismos, xenofobias y persecuciones tienen un mismo origen cultural. Desde este punto de vista, estas manifestaciones tienen una lectura diferente, o divergente, con la lectura que, por lo general, hacemos. No se trata aquí de tomar una posición contraria a lo cultural, sino de pasarlo por un tamiz diferente. Planteo un ejercicio crítico de nuestro pensar, sentir y actuar.
Así mismo, podemos inferir que, al pedir opiniones a los demás, sólo recibiremos el eco de las propias contradicciones, temores y mecanismos. Mecanismos que, indefectiblemente, han nacido de esos dogmas, creencias y “razonamientos” formados por el bagaje cultural y traumático de la propia formación del “asesor”.
Al final, podríamos pensar que no tiene mucho sentido preguntar la opinión de nadie, aunque la gente siempre está lista para juzgar y dar consejos. Estas opiniones que al final serán tan variadas y disímiles, sólo contribuirán a “ensuciar” la visión directa y más completa que podríamos tener haciendo un ejercicio serio de distanciamiento emocional, despertar y modificación de nuestro nivel de conciencia habitual.
Para que una opinión sea verdaderamente objetiva y podamos considerar que un juicio es válido, la persona que emite ese juicio debe ser, primero, libre de prejuicios y dogmas, es decir debe haber trascendido la programación a la cual fue expuesto desde su nacimiento hasta su edad adulta y segundo, debe tener una información completísima de todos los hechos, emociones y detalles involucrados en el tema analizado. Esto implica conocer hasta los mínimos detalles de lo que puede influenciar una u otra conducta.
Los psicólogos de hoy han diseñado algunas técnicas para acercarse, a lo que podríamos llamar una visión objetiva, de las situaciones que pueden afligir a sus pacientes. Estas herramientas son las terapias de grupo, las terapias familiares etc. En el caso de personas “sanas” término por cierto dudoso en una sociedad inconsciente, programada y enferma, lo importante es tener una visión libre de dogmas y creencias. Libre de influencias nocivas como el fanatismo o la superstición.
Es difícil encontrar un ser desprogramado y libre, básicamente, porque tales seres no existen. O son muy escasos, ya que todos han sido programados y sus juicios y reacciones están determinados por sus creencias y sus temores. En definitiva, por la sociedad que los formó. Quizás lo más recomendable es distanciarse. Ejercitar una técnica para observar las situaciones de manera impersonal. Esto sólo se logra elevando el nivel de conciencia más allá de sus emociones, instintos y contradicciones básicas.
Esta ciencia era conocida por las tradiciones originarias que, por medio de ciertas técnicas, liberaban a sus adeptos de los mecanismos vulgares y los convertían en seres muy poderosos, desprovistos de los mecanismos habituales que regían la vida y los destinos del común. Hay ejemplos de estos superhombres de la antigüedad, de seres supra-conscientes, grandes reformadores religiosos que, en algunos casos fueron recordados como dioses o semi-dioses. Toth, en Egipto que después se conoció en occidente como Hermes. Orfeo, Buda, Confucio, Jesús el Cristo y Akenatón, Sócrates, Pitágoras y otros fueron seres despiertos. Muchos de estos sabios fueron perseguidos, calumniados, torturados o sacrificados por las sociedades dormidas y sus dirigentes que sentían amenazado su poder temporal, ante la posibilidad de que las masas esclavizadas despertaran.
Por otra parte, si todo es mental, podemos inferir que el planeta y todas las manifestaciones de la vida y de la muerte, están mediatizadas por los pensamientos egoístas y destructivos, o constructivos que, de manera inconsciente, asumimos como nacidos de nuestro libre albedrío. Pretender que el ser humano es libre, no pasa de ser una ilusión. Para despertar, hay que hacer grandes esfuerzos ya que todo conspira contra la verdadera libertad.
Se habla del “síndrome de Estocolmo” para calificar las actitudes que toman los secuestrados y las relaciones de “amor” que establecen con sus captores y las consecuencias psicológicas y sociales, además de las dependencias emocionales y hasta sexuales que esta situación genera. En resumen, lo que ocurre es que, si alguien tiene el control de la vida de una persona, el poder enorme que tiene, ante el ser dependiente e indefenso, desata tal terror que este se entrega hasta el punto de agradecer y amar a su captor.
La sociedad entera rige los destinos de sus componentes por medio de una especie de “síndrome de Estocolmo”. Advierte que si no respetas sus creencias y sus dogmas, serás excluido o morirás de hambre. Este comportamiento inmoral, se manifiesta en las relaciones de poder a todos los niveles. En algunos países éticamente más desarrollados, las leyes castigan las acciones de dominación más sutiles, sobre todo las que utilizan el poder en las relaciones de dependencia laborales o estudiantiles, para conseguir favores sexuales de las personas, cuya vida, depende de las decisiones del jefe o del profesor. Aunque, siguiendo la línea de pensamiento propuesta podríamos preguntarnos ¿serán lícitos los amores “ilícitos” que también han surgido de dogmas y creencias impuestas? ya que hasta los más “puros” amores serían producto de necesidades inconfesables, debilidades, miedos o creencias impuestas.
Los que ejercen cualquier instancia de poder tienen la enorme responsabilidad de actuar desde la conciencia y apartarse del síndrome. Cómo todo en esta vida se compensa, aquellos que no asumen sus responsabilidades, siempre terminan siendo juzgados por las leyes de la naturaleza, en la medida exacta de su desatino, como suele ocurrir con los líderes políticos que manipulan groseramente a sus pueblos ofreciendo una supervivencia precaria, o llevándolos a la violencia, la guerra, el crimen colectivo o la destrucción.
El “síndrome de Estocolmo” aunque se trata de una moneda de nuevo cuño, es un mecanismo de terror muy antiguo y primitivo, por medio del cual se mantiene la sumisión y la obediencia de millones de seres humanos que, de otra manera, pudieran tener una visión divergente y libre de la vida y sus procesos. No es un descubrimiento reciente. Ha existido desde siempre.
Por otra parte, el que busca opiniones ajenas, además de hacer un ejercicio para elevar su nivel de conciencia, debe analizar de manera desprejuiciada, técnicamente, por decirlo así, los traumas infantiles, las dependencias y el nivel de programación religiosa o cultural de la persona consultada. Nada más difícil que tomar decisiones. Pero más difícil, pedir consejos.